miércoles, 21 de noviembre de 2007

Muerte

Es una verdad ineludible que todos tenemos fecha de caducidad. Quizá algunos pensamos que, no se sabe muy bien porqué, seremos dispensados de dicho trance. También damos por hecho que será doloroso, aunque lo único documentado es que la vida, lo poco que queda en esos instantes, se marcha dejando dolor pero ¿y la muerte? ¿duele?

No quiero reflexionar sobre el morir sino sobre el cómo morir. Ayer, hoy y mañana, estos días, estoy comprobando como es eso de morir en paz. No soy yo, es ella, con dolor pero con alegría. ¿Hay que ser creyente para morir dignamente? ¿sabré morir con naturalidad, sin alarmismos, sin causar más dolor, con...paz? si es algo que va a suceder ¿por qué nos pilla siempre desprevenidos? ¿no pensamos en la muerte? yo, ahora, pienso más...pero no me acostumbro. Ahora observo y digo, que me pille así, de esa manera, con esa alegría, y a los demás deseo no pena sino envidia.

martes, 20 de noviembre de 2007

Casarse antes de los veinticinco

Es paradójico que en nuestra opulenta sociedad, donde ya son muchos los que tienen dos coches, dos casas, dos perros y dos niños, sean cada vez menos los que se casan antes de cumplir los veinticinco. ¿No debería ser al revés?

Si partimos de la idea de que la culminación de una relación es el matrimonio como institución permanente ¿porque diablos ponemos tantas dificultades?Parece mentira que tengan que esperar a tener un trabajo, una casa y un coche cuando los nuestros lo tienen ya por duplicado.

Pero, ¿quién les ha metido esa idea en la cabeza? ¿es que no les vamos a ayudar? en primera persona, nosotros a los nuestros.

Vayamos por partes. ¿Se daña nuestra dignidad por ser ayudados? ¿no es motivo de orgullo el que nos puedan ayudar? ¿no somos uno de los suyos?

No casarse cuando uno puede es ocasión de prolongar una relación de manera desafortunada con sucedáneos descafeinados. Es vivir peligrosamente juntos.

No nos podemos casar porque todavía no hemos acabado la carrera, no tengo trabajo o no encuentro casa. Es que nos queremos, pero... ¿Son excusas o verdades objetivas? ¿Cuál es la solución? ¿vivir juntos? y ¿qué eso sino una boda sin compromiso?... Sin compromiso y sin responsabilidad, porque sería la ruina de las compañías de seguros intentar garantizar una convivencia estable hasta que la muerte nos separe. Ahora que somos muy ricos, queremos seguridad. El matrimonio es nostálgico y romántico, pero inviable; la gente quiere garantías ¿Ese es el futuro? parece que nuestra herencia es un conjunto de miedos y temores, ahora que somos ricos, hagamos una tapia, pongamos cámaras de seguridad, contratemos alarmas y vivamos con la eterna inquietud de perder lo que poseemos... ¿y si sale algo mal?

Les invitamos a casarse a los treinta y a tener hijos a los cuarenta y eso es un rollo. Les sugerimos que proyecten sus vidas como una larga adolescencia sin compromiso, lo más inmadura posible.

Madrid, ciudad en paños menores

Desde hace algún tiempo me produce cierta vergüenza enseñar la ciudad: mirad la puerta de Alcalá...si, detrás del Superchirimbolo con dos tipos en turbo-calzones. ¡Malditos Chirimbolos!

Pero que triste ¿a lo mejor son concejales del Ayuntamiento haciendo un calendario benéfico? ¡ni que esto fuera Pinto donde la policia local enseña la porra antes de tiempo! ¡Pero que pena da! ¡con lo bonita que es mi ciudad! ¡con la de cosas lindas que tiene Madrid y nos inundan con publicidad de ropa interior!

¡Qué no, qué en Madrid no somos así! que es el Alcalde que no sabe de donde sacar dinero. Multas y parquimetros...y para rematar los Superchirimbolos que tapan todo y no dejan ni respirar. Para que en Navidad tengas la sensación térmica de un vestuario. Para que no comas mucho turrón y tengas la ilusión de salir en la próxima campaña luciendo un cuerpo lustroso, sin michelines que desdigan. Por eso, Porque somos de Madrid, porque tenemos orgullo y dignidad, le pedimos al Alcalde que gane menos dinero y anuncie otras cosas: cultura, teatro, museos, arte, solidaridad...eso si que lo necesitamos los de por aquí.

En un cóctel de Madrid

Es como ver un documental de National Geographic. Todo un espectáculo. Seiscientas personas abarrotando la sala, la mayoría abogados, de la raza humana los más agresivos, atentos a las bandejas. Ni la música del piano ni los discursos de los oradores nos distraía del común objetivo: ponerse las botas. A codazos se abren paso las camareras, con agilidad, sin apenas detenerse, sonriendo... un arte poco valorado. Con dignidad fingida, aparentamos indiferencia pero sabemos que si cedes terreno estas perdido.

Bien situado, observo: en los cócteles hay que ser paciente y esperar a que las bandejas empiecen a volver con comida. Ahí actúan los campeones. Ese es el momento que espera el catering para sacar lo mejor y tienes que estar preparado. ¡Y qué cierto! Mientras llega tu oportunidad, busca una buena compañía para conversar, elige bien pues tienes pocas posibilidades de acertar. Si te equivocas has echado por la borda dos horas.

Para saber si estas perdiendo el tiempo, prueba el jamón ibérico. Te dirá si hay que aguardar a lo dulce o es hora de despedirse para ir a cenar a casa.

Cuando el hambre cesa, la manada se aleja y se dispersa. Así somos, priorizamos lo superficial. Satisfacemos nuestros apetitos y nos creemos importantes.