sábado, 13 de febrero de 2010

Cruces

"El crucifijo no genera ninguna discriminación. Calla. Es la imagen de la revolución cristiana que diseminó por el mundo la idea de la igualdad entre los hombres, hasta entonces ausente". Quien escribió estas palabras, el 22 de marzo de 1988, fue Natalia Ginzburg en las páginas de "L'Unità", el diario fundado por Antonio Gramsci, entonces órgano del Partido comunista italiano.

Alfonso Santiago, profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de la Austral, afirma que «la Iglesia Católica como institución, y los fieles y ciudadanos católicos a nivel personal, se enfrentan actualmente con tres problemas y desafíos principales: el fundamentalismo islámico, el laicismo extremo y el grave problema “interno” de la falta de compromiso y de coherencia de algunos de los propios fieles cristianos en su actuación pública como ciudadanos o gobernantes»

Pues bien, el conflicto de los crucifijos y de las imágenes religiosas que hemos vivido últimamente y que cíclicamente se repite, entra en el terreno de los dos últimos desafíos de la Iglesia Católica. Por si alguien todavía no se ha dado cuenta, lo que el laicismo extremo pretende es la expulsión de la Iglesia Católica de la vida pública y para esto se aliará con quien haga falta, incluso con los fundamentalistas islámicos. Saben que es la única institución religiosa con la suficiente solidez de quebrar ese proyecto del nuevo hombre libre del prejuicio religioso. Claro que, para esa purificación es necesario liberarlo de todo rastro del pasado, borrar todo lo que le pueda hacer recordar quién es y de donde viene.

Por otra parte, esta esa multitud de cristianos a los que se calificaba Xosé Manuel Domínguez como Iglesia Durmiente, soportan, con santa paciencia, una actitud beligerante contra el cristianismo. ¿Será por seguir el consejo evangélico de poner la otra mejilla? No lo creo, simplemente es la dejadez por lo público, el irresistible egoísmo de no ver más allá del fin de semana. Es esa legión de “valientes” ciudadanos que se dejan pisotear y que dan alas a esa minoría fundamentalista para imponer un mensaje claro: hay que enviar toda convicción religiosa al ámbito íntimo de la conciencia individual. Se ha superado la vieja idea de que la religión sea el opio del pueblo, lo que obligaba a perseguirla; se pasa, en heroico progreso, a tolerarla como tabaco del pueblo: fume usted poco, sin molestar y, desde luego, fuera de los espacios públicos...

En Sevilla, Manuel Ramón Alarcón retiró los crucifijos de la Universidad, a principios de 1998, decidió que ya era hora de dar cumplimiento al principio de aconfesionalidad del Estado, y sin encomendarse a nadie más que a sí mismo, los retiró con la excusa de… pintar las aulas. Antonio Burgos en su recuadro del ABC, recuerda “…y Sevilla, con el silencio (maestrante) de la Hermandad de los Estudiantes a la cabeza, le aplicó el clásico No Passsa Nada?” ¿Era necesaria la medida? ¿quién se había quejado de esos crucifijos? Una vez más, el silencio cobarde de una mayoría que es masa y que passsa, permite el abuso de unos pocos.

Veamos otro ejemplo tonto, la polémica suscitada por la propuesta de colocar una placa en el edificio de las Cortes, en memoria de la Madre Maravillas, que nació en un edificio que existió en el mismo lugar. El «argumento» esgrimido por quienes se oponen es un homenaje al sectarismo: la condición religiosa de la homenajeada vulnera la aconfesionalidad del Estado. Nada habría que oponer a la proliferación de placas dedicadas a ateos o agnósticos, pero todo a rendir tributo público a creyentes. Extravagante neutralidad. El agnosticismo sería así condición de la posibilidad de la ciudadanía. Todo creyente debería ser arrojado fuera de los muros de la descreída ciudad laicista.

En el país que mejor representa la aventura democrática, los Estados Unidos, en la Sala del Congreso, se alza la estatua de un fraile mallorquín, el beato Junípero Serra. Washington se honra con la presencia de este franciscano evangelizador de California y nadie siente que con ello haya sufrido la laicidad consagrada por la Constitución.

Por esta vía, en realidad, no sólo caminamos hacia la pérdida de la libertad, sino también hacia una transgresión de la Constitución, derivada de pensar, errónea e interesadamente, que la aconfesionalidad del Estado significa que lo público es la increencia (o, por cierto, las creencias religiosas no cristianas), mientras que la religión pertenece al ámbito de lo particular y privado. De ahí a la exclusión de los cristianos de la vida pública apenas hay un paso.

Pero el problema es más grave, pues la falta de coherencia de no pocos confunde a muchos y se llama Relativismo. Carlos Herrera se pregunta ¿por qué la Cruz no y el Nacimiento si?, ¿Por qué nadie discute, de momento, algunas fiestas? y, sobre todo cómo se explica la misteriosa participación de conocidos laicistas en las Procesiones de Semana Santa, o en el desayuno de Oración, donde Zapatero llevó consigo una imagen de la sevillana Virgen de la Candelaria que le entregó el mismo periodista.

Supongo que un ataque frontal contra la Semana Santa sevillana sería contundentemente contestado. De lo que no estoy tan seguro es si con la nueva Ley de Libertad Religiosa la reacción será similar a la de los italianos en el caso Lautsi. En fin, esto acaba de empezar. Reacciones las hubo a esa discutida intervención del Tribunal Europeo, por ejemplo, El Parlamento polaco aprobó, por aplastante mayoría, una declaración “en defensa de la libertad de confesión y de promoción de valores que son patrimonio común de las naciones de Europa”. La declaración critica la decisión del Tribunal Europeo de Derechos Humanos a propósito de la retirada del crucifijo en la escuela pública italiana. 357 diputados de distintos partidos han votado a favor, 40 en contra y 5 se abstuvieron. Ludwik Dorn, jefe de la agrupación Polska Plus, iniciadora del proyecto, comunicó que la declaración del Congreso no está dirigida contra nadie, sino que pretende defender valores que se han visto amenazados.

En cambio, en España, la decisión del Tribunal de Estrasburgo motivó una iniciativa parlamentaria de signo opuesto a la polaca. A propuesta de ERC (Esquerra Republicana de Catalunya), y con apoyo del Partido Socialista, se aprobó en la Comisión de Educación una proposición no de ley en la que se insta al gobierno a que traslade a la legislación española la doctrina de la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Se trata, dice la proposición, de aplicar “el principio de neutralidad ideológica y religiosa del Estado y, especialmente en lo relativo a los centros escolares”.

El historiador austriaco Kugler, director de la red de defensa de los derechos humanos Christianophobia.eu, con sede en Viena, dice que “Sacar a la fuerza el símbolo de la cruz es una violación, como lo sería obligar a los ateos a colgar ese símbolo”. Para Kugler, decisiones como la del Tribunal europeo atacan realmente a la religión, en lugar de luchar contra la intolerancia religiosa.“No se pueden combatir los problemas políticos luchando contra la religión -indica-. El fundamentalismo antirreligioso se hace cómplice del fundamentalismo religioso cuando provoca con la intolerancia”.

Retomando los argumentos propuestos por el Gobierno italiano en defensa de los crucifijos en las aulas, Kugler señala que “la cruz es el Logos de Europa; es un símbolo religioso, pero también mucho más que esto”.

En nuestro mundo desarrollado todavía persiste un nuevo —y viejo— fundamentalismo: el laicismo, que más allá de lo ateo en el caso ibérico es antiteo. A mi modo de ver, la laicidad del Estado propuesta por la Constitución no se opone al reconocimiento y afirmación del teísmo; no prohíbe, ni es hostil a las manifestaciones religiosas que natural y espontáneamente se hacen presentes en la vida social y política. No las promueve ni impone jurídicamente, pero tampoco las combate ni expulsa forzadamente del escenario público.

Volviendo al ejemplo americano, un testimonio muy explícito de la apreciación positiva es la respuesta que da el Papa a una pregunta de un periodista en la conferencia de prensa que tuvo lugar en el viaje de ida a Washington. En esa oportunidad, de una manera espontánea, Benedicto XVI dijo: «lo que me encanta de Estados Unidos es que comenzó con un concepto positivo de la laicidad, porque este nuevo pueblo estaba compuesto de comunidades y personas que habían huido de las Iglesias de Estado y querían tener un Estado laico, secular, que abriera posibilidades a todas las confesiones, a todas las formas de ejercicio religioso. Así nació un Estado voluntariamente laico: eran contrarios a una Iglesia de Estado. Pero el Estado debía ser laico precisamente poramor a la religión en su autenticidad, que sólo se puede vivir libremente»

Pero esto no ha hecho más que empezar, El Gobierno de Zapatero ultima el anteproyecto de Ley de Libertad Religiosa, que pretende sustituir una norma incontestable de Adolfo Suárez por otra que propugna la fobia anticristiana. La reacción es claraEl próximo miércoles de ceniza numerosas calles de la Costa del Sol se van a llenar de crucifijos. El motivo es una protesta en contra del anteproyecto de Ley de Libertad Religiosa, que pretende eliminar de las aulas este símbolo religioso. Para mostrar sus disconformidad con esta medida, varias hermandades y parroquias van a regalar unos 8.000 crucifijos.

La iniciativa ha surgido de la hermandad Sacramental de Nuestra Señora del Rosario Coronada, la Hermandad del Cristo Yacente y la Cofradía Fusionada de Fuengirola, que han impulsado la campaña 'Sí a la cruz', según informaron desde el Obispado de Málaga.

El problema es que en Sevilla, al margen de lo que supone la Semana Santa, el problema es que hay muchas cruces, además de las propias de cada uno. Desde el Barrio de Santa Cruz, pasando por la calle Dos Cruces, la cruz de los Juramentos, la plaza de Santa Cruz y la popular Cruz Campo. Antes de que la cosa vaya a más y los que odian al crucifijo lo eliminen de su casa, del cuello de sus mujeres, hasta de los cuadros, antes de que este odio acabe transformándose primero en delirio y después en locura furiosa hay que reaccionar como los dos contendientes de “la esfera y la cruz” de Chesterton y concluir que nada mejor que discutir con una cerveza delante en vez de combatir el uno contra el otro…aunque sea una Cruzcampo…que No Passsa Nada.